Por qué hacer un concurso para tu etiqueta no es buena idea

Este es un post que le va a escocer a mucha gente.

De esos en los que me mojo. De los que me hará perder futuros clientes y con los que dejaremos de diseñar etiquetas de vino molonas.

Estos días un amigo me ha pasado un enlace de una bodega, de nuevo, con un concurso de “diseña nuestra nueva etiqueta”.

Voy a hablar de eso. De bodegueros que, no como una acción puntual de Marketing o de Branding, sino como una acción de desarrollo de marca, deciden poner en manos del público general el futuro de su marca, porque “el pueblo es sabio y nuestra bodega la construye la gente!.

Pues mira. No.

Esta bodega en cuestión es una bodega seria. Sus etiquetas de vino gustarán más o menos, en eso nunca entro, pero les suponen un diferencial de marca, con lo que hacen su trabajo. Una bodega con una producción de unos 3.500.000 de litros comercializados. Una señora bodega con posibles, no la bodega de tu vecino que te pide un por-para y mira que risica… No, no. Un negocio serio.

En Bodegas Luzón, reconocidos clientes nuestros desde hace varios años en lo que concierne temas de diseño, Marketing y Comunicación, realizamos una actividad todos los años que se llama “enólogo por un día”, donde invitamos a la gente a crear su propio vino. Que si un poquico de Monastrell, que si una mijica de Garnacha… Alehop!!! Tengo mi vino! Soy enólogo!!!

A ningún director de ninguna bodega de España se le ocurriría dejar el Coupage de su nuevo vino al criterio de “el pueblo sabio”, ¿a qué no?

¿Pues por qué es tan habitual ver cómo se hace lo mismo con sus marcas o etiquetas de vino?

Y luego pasa lo que pasa. 

También en el mundo del vino, la marca es tu activo más importante, y descuidarlo puede hacer que tu negocio se hunda.

Y si lo descuidas y pierdes la coherencia, si no lo trabajas con cuidado, la gente se dará cuenta y dejará de tomarte en serio. 

El diseño de una marca NUNCA debe ser subjetivo

En el diseño visual existen dos criterios: El subjetivo – Me gusta o no me gusta – Este funciona como opinión personal y puede generar polaridad. “Pues vaya mierda de diseño”. “El diseño está guapísimo”. Esto es como los culos y las opiniones, todos nos lo sabemos.

Luego está el criterio “objetivo”. A mi un edificio me puede parecer horrible, porque tengo mis gustos personales en base a mi procedencia, educación y entorno cultural, pero un criterio objetivo marcará ciertas líneas de corrección fuera de toda duda. Una cimentación cuidada, equilibrios y pesos donde deben estar y una serie de conceptos que el buen arquitecto conoce para que su obra resulte correcta.

Por ese motivo, en mis reuniones con clientes suelo pedir que no se utilice el “me gusta” o “no me gusta” cuando presentamos un diseño. “Sirve” o “no sirve” es el criterio más adecuado. A quien tiene que gustar es a tu Público Mínimo Viable o tu “Buyer persona”. 

Y ese es nuestro trabajo. Nadie pondría en duda el criterio de un arquitecto. Nadie en su sano juicio realizaría un concurso abierto y sin control a todo el mundo para diseñar la nueva bodega. O no al menos sin una valoración profesional detrás, sin que haya un arquitecto detrás que indique si eso está bien, o no.

Sin embargo, cuando se piden concursos de diseño, todo vale. Es un “pinta y colorea” donde gente sin un trasfondo adecuado decide el destino de un vino y con él, el de una marca.

Cuando desarrollamos una marca, un logo, un visual o una etiqueta de vino, trabajamos siempre con un proceso previo, que en algunos casos es superior en tiempo al del propio diseño de la etiqueta o del visual de una marca. Nada es una cuestión de gusto personal. Sólo tenéis que echar un ojo a nuestro portfolio para que podáis ver que poco tienen que ver unas etiquetas de vino y otras, porque la idea es precisamente adaptarnos a la necesidad de nuestros clientes.

El caso Gastrovin.

Aunque hay muchos ejemplos, vamos a hablar de un ejemplo flagrante que personalmente me molesta porque sucede en una ciudad donde hay una calidad de diseño altísima: Murcia.

Gastrovín es una feria de vino que se celebra todos los años en Murcia aprovechando la feria de septiembre. Una feria que durante 17 años se ha celebrado reuniendo a bastantes bodegas jumillanas en los jardines del Malecón, una zona inmejorable durante la feria que siempre, siempre, siempre es un éxito de público.

Vale. Pues este es su cartel ganador del concurso que realizaron en 2018:

Un cartel e imagen resultado del concurso anual que realizan en la escuela de Artes de Murcia y, lejos de increpar o anotar nada negativo sobre la, en este caso ganadora, si hay algo que añadir sobre el jurado que escogió, sin un punto de criterio objetivo sobre el diseño, que esto representaría a la feria de vinos del Malecón.

Para que os hagáis a la idea, ese cartel compitió con la imagen de la Feria de Murcia que tras muchos años también relacionada con un artista pictórico, en 2017 por fin un estudio de diseño cogió ese relevo (Rubio&Delamo en 2017) y que en el año 2018 creó de excelente manera, como todo lo que suelen hacer, por otro lado, el estudio F33.

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Y de nuevo, ya no entra en esto el gusto objetivo. Entra la armonía visual, el “Storytelling” de cada uno de los diseños, la relación entre tipografía y gráfica, la elección de la paleta visual.

Esto sí responde a un objetivo claro y de modo subjetivo, el trabajo es válido.

El valor de una marca bien planteada en su visual.

¿Ningún concurso vale?

Por supuesto que sí que valen. Nosotros nos hemos presentado a alguno y los hemos perdido, pero tenemos en el lado contrario el concurso anual que la Feria de Vino de Alella presenta cada año. Un concurso de diseño que es anunciado por el FAD de manera anual a sus socios, consensuado por el sector y con un jurado detrás que da validez a las propuestas.

De nuevo, un órgano de control que independientemente de esa subjetividad, es dado por válido. Hay que añadir que en ese concurso existe una remuneración ya desde la elección de los primeros portfolios. 

Así que ya sabéis, dejad en manos de gente profesional el diseño de vuestras etiquetas de vino, igual que contratáis a un enólogo para que lo cre, contratad a alguien válido para su diseño.

Es consejo de sabios.

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