Branding gastronómico para el siglo XXI

Otra cosa no, pero atípico el 2020 está siendo un rato…

Un año atípico que para muchas bodegas, y no digamos ya restaurantes o empresas de alimentación, está siendo una continua prueba de supervivencia. Para los profesionales del Branding gastronómico, alimenticio o vitivinícola, este año también nos está sirviendo para hacer un buen análisis de nuestro trabajo, y de la confirmación de la diferencia existente entre aquellas empresas que entendieron que la construcción de marca es una herramienta de consistencia y diferenciación, y aquellas que siguen pensando en que construir una marca es hacer un logotipo. Ya os decimos que no y que a veces, el logotipo es lo de menos, tal y como ya demostramos en nuestro trabajo de creación de marca para Bodegas Luzón, que gestionamos respetando su logotipo y ciertas líneas visuales que la marca ya traía.

El primer paso de nuestro trabajo con esta bodega consistió en escuchar y averiguar no tanto lo que la bodega era, sino lo que quería ser, conocer ese Público Mínimo Viable del que tanto hablamos y escuchar entonces su entorno, la percepción del público, del mercado, de la competencia, del mundo, y con todo eso, establecer un punto de partida. Un análisis de varios meses que se transformó en la plataforma de marca a partir de la cual le dotamos de un nuevo lenguaje, modernizamos su comunicación, sus visuales, identidad, productos y creamos esa concordancia que no existía para lograr un mensaje sólido que ha servido a la bodega para mejorar su posicionamiento de mercado, percepción visual y por supuesto, para vender MÁS y vender MEJOR.


La construcción o el diseño de cualquier marca dentro del Branding gastronómico debe fundamentarse en tres pilares: El visual, la identidad verbal y la actitud frente al mundo. Y a partir de ahí, seguir trabajando en conseguir herramientas de diferenciación, pero también trabajando en puntos en común, en marcas integradoras con la sociedad y el mundo que vivimos.

Todo lo que hacemos debe trascender lo visual. Debe ir mucho más allá. Nos centramos en el usuario y en su comportamiento, un Branding más integrador con su universo y al mismo tiempo, mucho más simple.

Ninguna marca debe ser tan sumamente diferente que termine por no ser entendida.

En cualquier sector es necesario respetar unos códigos en los que puedas ser relacionado, y hay que tener cuidado en no perderlos. Debes ser diferente, sí, pero si no eres integrador, si no participas del mundo de tus consumidores, no saldrás adelante en el siglo XXI. Vivimos una época basada en la horizontalidad, en la integración y en unos nuevos valores. El Branding gastronómico o vitivinícola está obligado a entenderlo. Aquellas marcas monolíticas de hace cincuenta años, sólidas y rígidas es un concepto caduco.

Entendimos todo cuando le vimos la quinta pata del gato (sin buscarla). Cuando entendimos que a veces distinguirse, no era la clave. El primer paso es pertenecer, el formar-parte-de, lo que nos motiva. Que la marca que diseñemos, sea de gastronomía o vitivinícola, o de medias de rejilla, sea recordada, pero no tanto por lo diferente que es a las demás, sino por lo que aporta y suma en este marco.

Este 2020 está siendo un año atípico, pero como profesionales, nos ayuda a reflexionar el futuro de las marcas. A hacernos aprender y por supuesto, compartirlo con vosotros.

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