Una de las cosas más chulas de trabajar con bodegas es que, cuando afrontas el rebranding de bodegas consolidadas, pocas hay que no superen (o estén a punto de alcanzar) los cien años de historia.
Esto nos obliga a pensar en parámetros de durabilidad y en una construcción visual atemporal, para que esa bodega no tenga que volver a pasar por un proceso de creación de marca en, al menos, los próximos 20 años, y que durante todo ese tiempo pueda seguir siendo reconocida de forma sencilla y directa.
Ese fue el reto que asumimos con la bodega jumillana Silvano García. Su último rebranding databa de hacía más de dos décadas, así que quisimos plantear una propuesta atemporal, sencilla y reconocible más allá de su logotipo, que le permitiera posicionarse en el mercado desde la honestidad de su propio discurso.
Para ello, buscamos referencias en la propia bodega, situada en pleno centro urbano de Jumilla, y convertimos su entrada —icónica y fácilmente reconocible— en el isotipo de la nueva imagen. Pocas cosas hay más horizontales en una imagen de marca que presentar una puerta abierta como parte de su imagen, como una invitación a descubrir una bodega que tiene la cercanía como uno de los pilares de su identidad.
La paleta de color vino de los tonos rojizos de sus antiguos depósitos de hormigón de los años 50, un entorno cálido que también quisimos traducir en la sesión fotográfica que realizamos para ellos y que encajaban a la perfección con el discurso que planteamos: transformar lo que podría percibirse como una debilidad (no tener viñedos propios) en su principal fortaleza; reivindicarse como lo que realmente son, una bodega urbana en el corazón de Jumilla. Una forma de entender la creación de vino desde un discurso humano y honesto, como la marca que realizamos para ellos.
Además de todo el proceso de rebranding, también rediseñamos su página web, sesión de fotos y su tienda online.